lunes, 18 de julio de 2011

El cuaderno de Maya de Isabel Allende

Isabel Allende Llona (nació un dos de agosto de 1942 en Lima, Perú).
Hija del diplomático chileno Tomás Allende Pesce y de Francisca Llona Barros, nació en Lima mientras su padre se desempeñaba como embajador de Chile en el Perú. Su padre era primo hermano de Salvador Allende, presidente de Chile entre 1970-1973 . Isabel Allende es de ascendencia española (concretamente, vasca) por padre y de ascendencia portuguesa y española (vasca y castellana) por parte materna. Sus padres se separaron en 1945, y su madre retornó a Chile con ella y sus dos hermanos, donde vivió hasta 1946.

Entre 1953 y 1958, su familia residió sucesivamente en Bolivia y Beirut (Líbano). En Bolivia frecuentó una escuela estadounidense y en Beirut estudió en un colegio normal privado inglés.
En 1973 estrenó su obra de teatro El embajador. Ese mismo año, se produjo el golpe de Estado encabezado por el general Augusto Pinochet, en el que fallece Salvador Allende. En 1975 se autoexilió con su familia en Venezuela. En los 13 años que permaneció allí, trabajó en el diario El Nacional de Caracas y en una escuela secundaria hasta 1982, y publicó su primera obra teatral, La casa de los siete espejos (1975).

En 1981, teniendo su abuelo 99 años y estando él mismo a las puertas de la muerte, comenzó a escribirle una carta que se convirtió en un manuscrito: La casa de los espíritus (1982), su primera novela y su obra más conocida.
En 1984, publicó De amor y de sombra, la que rápidamente se convirtió en otro gran éxito, a la que siguieron: Eva Luna (1987), El plan infinito (1991), Hija de la fortuna (1999), Retrato en sepia (2000), La ciudad de las bestias (2002), El reino del dragón de oro (2003), El bosque de los pigmeos (2004), El Zorro: Comienza la leyenda (2005), Inés del alma mía (2006), La isla bajo el mar (2009).

En 1992 muere Paula, su hija de 28 años, a causa de una porfiria, que la dejó en coma en una clínica de Madrid. La dolorosa experiencia la impulsa a escribir Paula, libro autobiográfico epistolar donde relata como fue su niñez, juventud hasta llegar a la época del exilio.

Fuente: Wikipedia

El cuaderno de Maya es la última novela de Isabel Allende, narra la historia de una niña de 19 años de edad, estadounidense que encuentra refugio en una isla remota de la costa de Chile después de caer en una vida de drogas , la delincuencia y la prostitución.

Allí, en compañía de un sobreviviente de la tortura, un perro cojo, y otros personajes inolvidables, Maya Vidal escribe su historia, que incluye la persecución de una banda de asesinos, la policía, el FBI y la Interpol. En el proceso, ella descubre un secreto de familia terrible, y llega a comprender el significado del amor y la lealtad, y se inicia la mayor aventura de su vida: el viaje en su propia alma.


....Subimos dos tramos de una escalera sucia y maloliente y en cada piso alcancé a ver varias puertas desencajadas de los goznes, que daban a cuartos cavernosos. No encontramos a nadie en el trayecto, pero sentí voces, risas y vi unas sombras humanas inmóviles en esos cuartos abiertos. Más tarde me enteré de que en los dos pisos inferiores se juntaban adictos a esnifar, inyectarse, prostituirse, traficar y morir, pero nadie subía al tercero sin permiso. El tramo de la escalera que conducía al último piso estaba cerrada con una reja, que Leeman abrió con un dispositivo de control remoto, y llegamos a un pasillo relativamente limpio, en comparación con la pocilga que eran los pisos inferiores. Manipuló el cerrojo de una puerta metálica y entramos a un apartamento con las ventanas tapiadas, alumbrado por ampolletas del techo y la luz celeste de una pantalla. Un aparato de aire acondicionado mantenía la temperatura a un nivel soportable; olía a disolvente de pintura y menta. Había un sofá de tres cojines en buen estado, un par de baqueteados colchones en el suelo, una mesa larga, algunas sillas y un enorme televisor moderno frente al cual un muchacho de unos doce años comía palomitas de maíz tirado por el suelo.
—¡Me dejaste encerrado, cabrón! —exclamó el chico sin despegar los ojos de la pantalla.
—¿Y? —replicó Brandon Leeman.

—¡Si hubiera un jodido incendio me cocino como salchicha!

—¿Por qué habría de haber un incendio? Este es Freddy, futuro rey del rap —me lo presentó—. Freddy, saluda a esta chica. Va a trabajar conmigo.

Freddy no levantó la vista. Recorrí la extraña vivienda, donde no había muchos muebles, pero se amontonaban computadoras anticuadas y otras máquinas de oficina en las piezas, varios inexplicables sopletes de butano en la cocina, que parecía no haberse usado jamás para cocinar, cajas y bultos a lo largo de un pasillo.

El apartamento se conectaba con otro del mismo piso a través de un gran hueco abierto en la pared, aparentemente a mazazos. «Aquí es mi oficina y allá duermo», me explicó Brandon Leeman. Pasamos agachados por el hueco y llegamos a una sala idéntica a la anterior, pero sin muebles, también con aire acondicionado, las ventanas clausuradas con tablones y varios cerrojos en la puerta que daba al exterior. «Como ves, no tengo familia», dijo el anfitrión, señalando con un gesto exagerado el espacio vacío. En una de las piezas había una cama ancha deshecha, en un rincón se apilaban cajones y una maleta, y frente a la cama había otro televisor de lujo. En la habitación de al lado, más reducida y tan sucia como el resto del lugar, vi una cama angosta, una cómoda y dos mesitas de noche pintadas de blanco, como para una niña.

—Si te quedas, ésta será tu pieza —me dijo Brandon Leeman.
—¿Por qué están tapiadas las ventanas?

—Por precaución, no me gustan los curiosos. Te explicaré en qué consistiría tu trabajo. Necesito una chica de buena presencia, para que vaya a hoteles y casinos de primera categoría. Alguien como tú, que no levante sospechas.

—¿Hoteles?

—No es lo que te imaginas. No puedo competir con las mafias de prostitución. Es un negocio brutal y aquí hay más putas y chulos que clientes. No, nada de eso, tú sólo harías las entregas donde yo te indique.

—¿Qué clase de entregas?

—Drogas. La gente con clase aprecia el servicio a la habitación.

—¡Eso es muy peligroso!

—No. Los empleados de los hoteles cobran su tajada y hacen la vista gorda, les conviene que los huéspedes se lleven una buena impresión. El único problema podría ser un agente de la brigada antivicio, pero nunca ha aparecido ninguno, te prometo. Es muy fácil y te va a sobrar dinero.

—Siempre que me acueste contigo...

—¡Oh, no! Hace tiempo que no pienso en eso y vieras tú cómo se me ha simplificado la vida. —Se rió de buena gana Brandon Leeman—. Tengo que salir. Trata de descansar, mañana podemos empezar.

—Has sido muy amable conmigo y no quisiera parecer malagradecida, pero en realidad no te voy a servir. Yo...

—Puedes decidir más tarde —me interrumpió—. Nadie trabaja para mí a la fuerza. Si quieres irte mañana, estás en tu derecho, pero por el momento estás mejor aquí que en la calle, ¿no?

Me senté en la cama, con mi mochila en las rodillas. Sentía un regusto de grasa y cebolla en la boca, la hamburguesa me había caído como un peñasco en el estómago, tenía los músculos adoloridos y los huesos blandos, no daba más. Recordé la esforzada carrera para escapar de la academia, la violencia de la noche en el motel, las horas viajando en el camión aturdida por los residuos de la droga en el cuerpo, y comprendí que necesitaba reponerme.

—Si prefieres, puedes venir conmigo, para que conozcas mis canchas, pero te advierto que la noche será larga....

sábado, 2 de julio de 2011

Tres sombreros de copa de Miguel de Mihura

Miguel Mihura Santos (Madrid, 21 de julio de 1905 – Madrid, 28 de octubre de 1977) fue un escritor, historietista y periodista español.

Su padre fue Miguel Mihura Álvarez. Fue un niño muy hipocondríaco y sensible. El joven Mihura abandonó sus estudios para dedicarse al humor y la historieta en revistas como Gutiérrez, Macaco, Buen Humor y Muchas Gracias.

Durante los años veinte, trabajó como periodista: Son años de una cierta bohemia, de tertulias en los cafés, donde conocerá a importantes periodistas del género humorístico como Tono, Edgar Neville y Enrique Jardiel Poncela; este último le influyó poderosamente en el estilo. Mihura fue uno de los fundadores de las revistas humorísticas La Ametralladora y La Codorniz.

Aunque empezó a escribir antes de la guerra, su reconocimiento fue tardío, pues sólo estrenó con regularidad a partir de la década de los cincuenta: en 1932 escribió Tres Sombreros de Copa, que no publicó hasta 1947, y no fue representada hasta 1952 (veinte años después de ser escrita); se trata de una comedia considerada como una de las obras maestras del teatro humorístico y que anticipa algunos aspectos del Teatro del absurdo; en ella se enfrentan el mundo de las restricciones y convencionalismos y el de la libertad y la imaginación, tema que será constante en su obra.

Durante la Guerra Civil, se refugió en San Sebastián con el bando nacional y militó en la Falange Española. Allí fue director de una revista de propaganda para los soldados del frente. Más tarde, en 1941, esta revista se convertirá en La Codorniz, considerada como el estandarte paródico de las convenciones sociales del momento. El tema de la libertad aparecerá también en ¡Sublime decisión! (1955), Mi adorado Juan (1956) y La bella Dorotea (1963), si bien desde perspectivas diferentes. En la primera, trata la emancipación de la mujer a finales del siglo XIX. En la segunda, invita al espectador a vivir al margen de las estrictas y convencionales normas sociales. En la última, refleja el enfrentamiento de Dorotea con una sociedad mezquina y cruel.

fuente:Wikipedia

Un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero, el humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es esta su misión, es lo mas limpio de intenciones, el juego mas inofensivo, lo mejor para pasar las tardes, es como un sueño inverosímil que al final se ve realizado, así definía Miguel Mihura el humor de dos de sus comedias Tres sombreros de copa y Maribel y la extraña familia, escrita en 1932 y estrenada veinte años después, que está considerada como una de las obras maestras del teatro humorístico.

Esta obra supone, por su originalidad, una ruptura con el teatro cómico anterior. Mihura la escribió en unos tres meses, y según sus propias declaraciones, la creó "sin esfuerzo" y "con facilidad, con alegría, con sentimiento". Consideraba que había encontrado con esta obra un estilo propio y sin influencias ajenas, y se mostró orgulloso de su "virtud melódica", de su ritmo, de "esa cadencia especial que sonaba a verso".

Según Arturo Ramoneda, en esta obra, Mihura contrapone, mediante una feliz convivencia de lo poético y sentimental con lo humorístico y satírico, dos mundos enfrentados e irreconciliables:

- el burgués, hipócrita, rígido y limitado por una moral estricta,
- y otro más libre y vital, opuesto a la rutina y a los convencionalismos, en el que todavía es posible la imaginación y la pureza de sentimientos.

El argumento de Tres sombreros de copa es sencillo, incluso tópico: tras siete años de tenaz noviazgo, Dionisio, un joven de veintisiete años, va a casarse con Margarita, "una virtuosa señorita" de veinticinco. La noche previa a la boda se hospeda en un hotel donde conoce a Paula, una atractiva chica de dieciocho años (aproximadamente ya que no conoce su edad) de la que se siente especialmente atraído. La muchacha trabaja en un circo y al día siguiente debutará en el Nuevo Music-Hall. A lo largo de la obra, Dionisio descubre por medio de Paula una manera distinta de vivir, de entender el mundo y de alcanzar la felicidad; gracias a la joven vislumbra la posibilidad de una existencia más imaginativa y libre. Sin embargo, cuando en el momento culminante de la acción deba decidirse entre Paula y Margarita, Dionisio no se atreverá a cambiar de vida, y opta por vivir con la burguesía.


DON ROSARIO. Pase usted, don Dionisio. Aquí, en esta habitación, le hemos puesto el equipaje.

DIONISIO. Pues es una habitación muy mona, don Rosario.

DON ROSARIO. Es la mejor habitación, don Dionisio. Y la más sana. El balcón da al mar. Y la vista es hermosa. (Yendo hacia el balcón.) Acérquese. Ahora no se ve bien porque es de noche. Pero, sin embargo, mire usted allí las lucecitas de las farolas del puerto. Hace un efecto muy lindo. Todo el mundo lo dice. ¿Las ve usted?

DIONISIO. No. No veo nada.

DON ROSARIO. Parece usted tonto, don Dionisio.

DIONISIO. ¿Por qué me dice usted eso, caramba?

DON ROSARIO. Porque no ve las lucecitas. Espérese. Voy a abrir el balcón. Así las verá usted mejor.

DIONISIO. No. No, señor. Hace un frío enorme. Déjelo. (Mirando nuevamente.) ¡Ah! Ahora me parece que veo algo. (Mirando a través de los cristales.) ¿Son tres lucecitas que hay allá a lo lejos?

DON ROSARIO. Sí. ¡Eso! ¡Eso!

DIONISIO. ¡Es precioso! Una es roja, ¿verdad?

DON ROSARIO. No. Las tres son blancas. No hay ninguna roja.

DIONISIO. Pues yo creo que una de ellas es roja. La de la izquierda.

DON ROSARIO. No. No puede ser roja. Llevo quince años enseñándoles a todos los huéspedes, desde este balcón, las lucecitas de las farolas del puerto, y nadie me ha dicho nunca que hubiese ninguna roja.

DIONISIO. Pero ¿usted no las ve?

DON ROSARIO. No. Yo no las veo. Yo, a causa de mi vista débil, no las he visto nunca. Esto me lo dejó dicho mi papá. Al morir mi papá me dijo: «Oye, niño, ven. Desde el balcón de la alcoba rosa se ven tres lucecitas blancas del puerto lejano. Enséñaselas a los huéspedes y se pondrán todos muy contentos...» Y yo siempre se las enseño...

DIONISIO. Pues hay una roja, yo se lo aseguro....