sábado, 24 de enero de 2009

José Saramago - Ensayo sobre la ceguera


Nací en una familia de campesinos sin tierras, en Azinhaga, una pequeña población situada en la provincia de Ribatejo, en el margen derecho del río Almonda, a unos cien kilómetros al nordeste de Lisboa. Mis padres se llamaban José de Sousa y Maria da Piedade. José de Sousa habría sido mi nombre si el funcionario del Registro Civil, por iniciativa propia, no lo hubiese añadido el apodo por el que mi padre era conocido en la aldea: Saramago. (Cabe esclarecer que saramago es una planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos tiempos, en épocas de carencia servían como alimento en la cocina de los pobres).

Ensayo sobre la ceguera
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La ocurrencia había brotado de la cabeza del mi­nistro mismo. Era, por cualquier lado que se la exa­minara, una idea feliz, incluso perfecta, tanto en lo re­ferente a los aspectos meramente sanitarios del caso como a sus implicaciones sociales y a sus derivaciones políticas. Mientras no se aclarasen las causas, o, para emplear un lenguaje adecuado, la etiología del mal blan­co, como gracias a la inspiración de un asesor imagina­tivo la malsonante palabra ceguera sería designada, mientras no se encontrara para aquel mal tratamiento y cura, y quizá una vacuna que previniera la aparición de casos futuros, todas las personas que se quedaran ciegas, y también quienes con ellas hubieran tenido contacto físico o proximidad directa, serían recogidas y aisladas, para evitar así ulteriores contagios que, de verificarse, se multiplicarían según lo que matemáti­camente es costumbre denominar progresión geomé­trica. Quod erat demonstrandum, concluyó el ministro. En palabras al alcance de todo el mundo, se trataba de poner en cuarentena a todas aquellas personas, de acuerdo con...



... Pasada una semana, los ciegos malvados man­daron aviso de que querían mujeres. Así, simplemen­te, Tráigannos mujeres. Esta inesperada, aunque no del todo insólita, exigencia, causó la indignación que es fácil imaginar, los aturdidos emisarios que vinieron con la orden volvieron de inmediato para informar que las salas, las tres de la derecha y las dos de la izquierda, sin exceptuar siquiera a los ciegos y ciegas que dormían en el suelo, habían decidido, por unani­midad, no acatar la degradante imposición, objetando que no podía rebajarse hasta ese punto la dignidad humana, en ese caso femenina, y que si en la tercera sala lado izquierdo no había mujeres, la responsabili­dad, si la había, no les podía ser atribuida. La respues­ta fue corta y seca, Si no nos traen mujeres, no comen. Humillados, los emisarios regresaron...

Ensayo sobre la ceguera de José Saramago es el siguiente libro que vamos a comenzar a leer el próximo día 6 de febrero.

Enlaces:
Fundación José Saramago
José Saramago

Libro de Notas de RNE



22-09-2008 Ensayo sobre la ceguera de José Saramago Mujer del médico: Sandra Urdín Médico: Gregorio Parra Ciego con pistola: Martín Llade Narradora: Beatriz Torío Reallización: Javier de Diego Escrito y dirigido por Gregorio Parra

domingo, 18 de enero de 2009

Añoranza
















¡Ay Alameda! Alameda Alfonso XIII
¡ cuantos secretos te guardas!
eres cómplice directa de parejas enamoradas.

Tus árboles centenarios
con sus troncos desgarrados
testigos inolvidables
de amores apasionados.

Cuantos atardeceres
de miradas penetrantes, caricias y susurros
en corazones desbordantes.

Muchos “sí” al amor se dieron
en tu recinto preciado,
historias que jamás se olvidan
por mucho tiempo pasado.

Paso a paso en tu albero,
los pies nos iban llevando,
en un soñar despiertos
hacia las nubes volando.

Con los ojos del amor
desde arriba dibujábamos
todos los colores bonitos
que en el corazón llevábamos.


Margarita Jiménez