miércoles, 2 de marzo de 2011

El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez

Gabriel José de la Concordia García Márquez (Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1927), es un novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Gabriel García Márquez ha sido inextricablemente relacionado con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas de este género literario. En 2007, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española lanzaron una edición popular conmemorativa de esta novela, por considerarla parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. El texto fue revisado por el propio Gabriel García Márquez.

.../..Desde que la vio por primera vez cuando fue a su casa a llevarle un telegrama, Florentino Ariza se enamoró de Fermina Daza y comenzó a conquistarla con sus apasionadas cartas y a mirarla desde un banco del parque frente a su casa. Ella se negó por un tiempo a corresponderle, después sucumbiría a ese amor, y es cuando encuentra la oposición del padre, quien la envía lejos para que lo olvide. Después de un período, cuando ella regresa y ve a Florentino, se desilusiona de ese amor platónico y lo rechaza. Al poco tiempo conoce al doctor Juvenal Urbino, quien había llegado de París al finalizar sus estudios de medicina. Después de un noviazgo breve, animada por su padre y aunque no estaba enamorada de él, se casan. Se van seis años de viaje a Europa y regresa embarazada de su primer hijo, cambiada y como una feliz pareja que ha tenido tiempo de enamorarse. Durante este lapso Florentino ha pensado en ella todo el tiempo y, a pesar de que incumple su promesa de mantenerse virgen para ella, pues tiene cantidad de relaciones amorosas, sigue enamorado y decidido a que algún día ella será para él, es decir, cuando muera el esposo.../..

fuente: Wikipedia

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Era imposible saber si fue Europa o el amor lo que los hizo distintos, pues las dos cosas ocurrieron al mismo tiempo. Ambos lo eran, y a fondo, no sólo con ellos mismos sino con todo el mundo, como lo percibió Florentino Ariza cuando los vio a la salida de misa dos semanas después del regreso, aquel domingo de su desgracia. Volvieron con una concepción nueva de la vida, cargados de novedades del mundo, y listos para mandar. Él con las novedades de la literatura, de la música, y sobre todo las de su ciencia. Trajo una suscripción de Le Figaro, para no perder el hilo de la realidad, y otra de la Revue des Deux Mondes para no perder el hilo de la poesía. Había hecho además un acuerdo con su librero de París para recibir las novedades de los escritores más leídos, entre ellos Anatole France y Pierre Loti, y de los que más le gustaban, entre ellos Remy de Gourmont y Paul Bourget, pero en ningún caso Émile Zola, que le parecía insoportable, a pesar de su valiente irrupción en el juicio de Dreyfus. El mismo librero se comprometió a mandarle por correo las novedades más seductoras del catálogo de Ricordi, sobre todo de música de cámara, para mantener el título bien ganado por su padre de primer promotor de conciertos en la ciudad.

Fermina Daza, siempre contraria a los rigores de la moda, trajo seis baúles con ropas de tiempos diversos, pues no la convencieron las grandes marcas. Había estado en las Tullerías, en pleno invierno, para el lanzamiento de la colección de Worth, el ineludible tirano de la alta costura, y lo único que consiguió fue una bronquitis que la tumbó cinco días en la cama.

Laferriére le pareció menos pretencioso y voraz, pero su decisión sabia fue arrasar con lo quemás le gustaba en las tiendas de saldos, a pesar de que el esposo juraba aterrado que eran ropas de muertos. Así mismo, trajo cantidades de zapatos italianos sin marca, que prefirió a los renombrados y extravagantes de Ferry, y trajo una sombrilla de Dupuy, roja como los fuegos del infierno, que dio mucho de qué escribir a nuestros asustadizos cronistas sociales.

Sólo compró un sombrero de Madame Reboux, pero en cambio llenó un baúl de racimos decerezas artificiales, ramilletes de cuantas flores de fieltro le fue posible encontrar, ramazones de plumas de avestruz~ morriones de pavorreales, colas de gallos asiáticos, faisanes enteros, colibríes, y una variedad innumerable de pájaros exóticos disecados en pleno vuelo, en plenogrito, en plena agonía: todo cuanto había servido en los últimos veinte años para que los mismos sombreros parecieran otros. Trajo una colección de abanicos de diversos países del mundo, y uno distinto y apropiado para cada ocasión. Trajo una esencia perturbadora escogida...



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