lunes, 13 de julio de 2009

Rumbo a Vyronia de Nacho Albert Bordallo


II

Un hombre acaudalado saqueaba a los dioses.
Del manto oscuro sustraía una estrella para trabarla en su atuendo de fantasía.
No dudaba en aseverar que hacer el amor era tan factible como hacer la guerra.

Con idéntica destreza mataba en la trinchera los días pares

como copulaba en un canal los impares con dos féminas y tres tiernos mancebos.
Aunque Thomas Moore urdió infinidad de jácaras para dignificar su vivir,
el incesto y la promiscuidad mancillan hoy las páginas de su biografía.

Detractor de seres cerriles y miradas torvas, halló en la esgrima y el boxeo

cobijo contra el pánico y la acechante vulgaridad.
Se desvivía por abandonarse a su suerte, engrosar su nómina de impúdicas patricias
y meretrices con ínfulas, codiciosas todas de su hombría,

con cintura de avispa pero aguijón quebrado, y dinamitar si acaso el delusorio prisma de la sociedad británica.

Aquel poeta gustaba de flirtear con el frío y el óbito,
ambos tantas veces el mismo.

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